Conoce tus ritmos y evita el burnout

¿Quién nos programó para vivir como si fuéramos máquinas de producción? La pregunta abre puertas incómodas: se puede mirar desde lo religioso, lo político, lo económico e incluso lo antropológico.

Lo cierto es que el capitalismo tiene mucho que ver, aunque más que el sistema en sí, es la manera en que lo hemos interpretado. Nos entregamos por completo al trabajo, vaciamos nuestro contenedor energético, intelectual y físico en esa obsesión por producir, hacerlo todo bien y ganar dinero.

No me culpo, y tampoco te culpo a ti. En mi caso, crecí con limitaciones económicas y uno de mis sueños siempre fue tener lo suficiente para comprar lo que quisiera, cuando quisiera. Pero al final llegué a un punto absurdo: querer comprar tiempo, ahorrar para no trabajar un año entero, y aun así no tener lo suficiente.

La trampa es que esa lógica también se filtró en los hobbies. Pintar, escribir, bailar…Ya nada puede hacerse solo porque sí. Ahora todo debe generar ingresos, mejorar tu cuerpo o volverte más “interesante”. Y eso, claro, también agota. No todo tiene que servir para algo, está bien hacer cosas simplemente porque nos gustan.

Por eso, prevenir el burnout no se trata solo de la oficina, sino de cómo vivimos. Se trata de aprender a decir que no, poner límites, descansar sin culpa. Cada quien debe encontrar su propia receta, tanto en gestión del tiempo como en alimentación, ejercicio y autocuidado.

El filósofo Byung-Chul Han lo describe con claridad en La sociedad del cansancio: ya no vivimos bajo prohibiciones externas, sino bajo un régimen de autoexplotación. Somos nosotros mismos quienes nos exigimos ser más productivos, más bellos, más exitosos. Esa presión es más dura que cualquier jefe, y el resultado siempre es el mismo: un cansancio profundo.

En Vida contemplativa, Han propone una salida distinta: recuperar la capacidad de detenernos, de no hacer nada “útil”, de observar y simplemente estar. Puede sonar absurdo en un mundo que glorifica la acción constante, pero ahí radica la verdadera resistencia: bajar el ritmo aunque afuera todo grite que hay que correr.

“El cansancio es el resultado de una guerra contra nosotros mismos.” — Byung-Chul Han

No existe una única manera de vivir bien. Cada persona necesita pausas diferentes y disfruta cosas distintas. La clave está en respetar tu propio ritmo, no el de las redes, no el de la moda, no el que parece “correcto”. Tu misión es encontrar el tuyo, con compasión.

Tips para reconocer tu ritmo

  • Haz un diario de energía. Registra durante una semana los momentos en que te sientes con claridad, creatividad o cansancio.

  • Observa tus pausas. Quizás tu cuerpo pide descanso antes del mediodía o más tarde de lo habitual. Respétalo.

  • Prueba y compara. Trabaja un día en bloques de 90 minutos y otro en bloques de 30–40; nota cuál se adapta mejor a ti.

  • Escucha tu cuerpo. Dolores de cabeza, insomnio, malestares digestivos o tensión muscular son señales de que estás forzando el ritmo.

  • No copies rutinas ajenas. La rutina de las 5am, los 10 hobbies productivos o las dos horas de ejercicio intenso pueden servirle a otros, no necesariamente a ti.

Ritmos femeninos: la sabiduría del ciclo

Para las mujeres, reconocer el propio ritmo también implica mirar el ciclo menstrual como fuente de información y energía. Durante décadas se nos enseñó a ignorarlo, pero cada fase trae consigo necesidades y potencialidades distintas.

  • Durante la menstruación, la energía baja y el cuerpo pide recogimiento. En lugar de luchar contra ello, podemos planear descansos conscientes, registrar emociones y dar espacio al cuerpo.

  • En la preovulación y ovulación, la claridad y la energía física suelen aumentar: son momentos ideales para iniciar proyectos, liderar reuniones o tomar decisiones importantes.

Aceptar que somos cíclicas —y no máquinas lineales— es una forma de autocuidado y de poder femenino. Sincronizarnos con nuestro ciclo es otra manera de prevenir el burnout.

Al final, todo se resume en esto: vivir en coherencia con lo que somos, no con lo que nos imponen. Y preguntarnos con honestidad:

¿Qué harás hoy para encontrar tu propio ritmo?

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